NOTA DE EL PAÍS 06-10-20/ FOTO DE GETTY

La destrucción de la naturaleza y los alimentos ultraprocesados forman parte del mismo proyecto de poder.

Los defensores de la democracia en Brasil y en el mundo suelen afirmar que el período del ultraderechista Jair Bolsonaro en el poder es un “desgobierno”. Nada más lejos de la verdad. La atmósfera de caos es solo una estrategia para mantener a los opositores ocupados reaccionando. Quien solo reacciona no actúa. El Gobierno de Bolsonaro actúa. Mucho y rápido. Gobierna. Y, como todos los falsos nacionalistas de este momento, gobierna con las corporaciones transnacionales. La parte más visible es su estímulo a invadir áreas de conservación ambiental, que ha provocado los brutales incendios en la Amazonia, la mayor selva tropical del mundo, y en el Pantanal, el mayor humedal del planeta, para permitir la explotación de tierras protegidas. Otro frente solo se hizo totalmente visible hace poco, cuando el periódico O Globo reveló un documento del Ministerio de Agricultura para cambiar la Guía Alimentaria para la Población Brasileña. La “revisión amplia” tiene un beneficiario: la poderosa industria de los ultraprocesados.

La guía alimentaria de Brasil está considerada por la ONU como una de las mejores del mundo, al clasificar los alimentos por su grado de procesamiento. El documento recomienda que se eviten los ultraprocesados —todos aquellos productos que llevan colorantes, conservantes y otros aditivos sintetizados industrialmente, como los refrescos, los congelados y los aperitivos de bolsa. Sin embargo, en opinión de los asesores de la ministra Tereza Cristina, esta clasificación debería eliminarse porque es “un ataque injustificado a la industrialización”.

A Tereza Cristina también se la conoce como la musa del veneno por su apoyo a la industria de pesticidas. El actual Gobierno ya ha aprobado 819 nuevos plaguicidas, un promedio de más de uno al día. En julio, la ministra se reunió con representantes de la industria de ultraprocesados para tratar precisamente la “amplia revisión” de la guía alimentaria. La destrucción de la naturaleza para producir soja y carne, el uso masivo de pesticidas y el apoyo a los ultraprocesados forman parte del mismo proyecto global de poder de las grandes corporaciones, al que sirve el Gobierno de extrema derecha de Brasil. Los ultraprocesados son hoy lo que el tabaco fue en el pasado. Sus productos, que solo se llaman comida como truco de marketing, se parecen a los cigarrillos al causar un comportamiento adictivo y graves problemas de salud, como la actual epidemia de obesidad en países de América Latina y EE UU. La publicidad también es bastante similar. Cuando Bolsonaro hace vídeos comiendo pan con leche condensada o llevándose paquetes de fideos instantáneos a Japón, no solo intenta transmitir una imagen de hombre del pueblo. Está al servicio de aquellos a quienes realmente sirve. Y no es el pueblo.