Tomado de voragine.co

Los sellos frontales les advierten a los consumidores que varios productos que se vendían como parte de una alimentación sana tienen excesos de azúcares añadidos, grasas y sodio, lo que resulta nocivo para la salud. Organizaciones se quejan de que el gobierno Petro no ha hecho campañas de pedagogía.

Por: Nicolás Sánchez Arévalo / Ilustración: Camila Santafé

“Cuídate, no te castigues”, reza el eslogan de Tosh, una marca de galletas, barras de cereales, granola y otros productos que durante años se ha vendido como saludable. En su página web a la pregunta qué es Tosh está la respuesta: “Es cuidar de muchas maneras con opciones deliciosas, naturales y buenas para ti”. La estética de ese portal, que usa diferentes tonalidades de verde, amarillo y café refuerza ese mensaje de nutrición sana que supuestamente es su sello. 

En la sección “Nuestro propósito” se ve una foto de una mujer meditando frente a una fuente de agua, acompañada por un arbusto verde pálido y se lee: “Nuestro propósito superior es entregarte herramientas para que aprendas a vivir en armonía contigo, con los demás y con el entorno. Por esta razón, en TOSH queremos motivarte a que comiences una vida mejor, mediante recetas que te ayudarán a tener una alimentación más balanceada”. Toda esa apuesta publicitaria en televisión, en afiches, en internet y en otros medios llevó a que los consumidores asociaran esa marca con algo saludable. Sin embargo, esa imagen está cambiando.

Los expertos lo sabían hace años. Por ejemplo, al mostrarle una barra de cereal de Tosh a Carolina Díaz, médica especialista en medicina interna y endocrinología, dijo: “Estas despistan mucho porque siempre nos la venden como el snack ideal”. Sin embargo, al analizar la tabla nutricional de ese producto señaló que tenía azúcar añadida. La científica explicó que esos azúcares representan un problema para la salud debido a que su consumo frecuente puede generar picos de azúcar y de glucosa en la sangre.

A ese problema se suma que Tosh, perteneciente a Nutresa, no es la única marca que se ha intentado posicionar de esa manera en el mercado. En un supermercado Colsubsidio, en Bogotá, se encuentra una góndola diferente a las demás. Generalmente, esos lugares donde se ponen los productos a la venta son fríos, metálicos y pintados de blanco. Esta góndola es de madera, la adorna una enredadera postiza y en su parte superior dice “Nutrición Saludable: ser saludable está de moda”.

En esta sección están los productos de la marca Nature’s Heart. En su página web intentan reforzar esa imagen de ser una fuente de alimentación sana. “Todo comenzó en el corazón de la naturaleza y con una motivación: promover una mejor nutrición natural de origen y con el mejor sabor para provocar sonrisas”, dice en su presentación. El paquete que se encuentra en la góndola anteriormente descrita es de un producto llamado “Cacao mix”. Díaz contradice esos esfuerzos publicitarios al analizar su tabla nutricional. “Tampoco me parece que esto sea supremamente saludable”, afirmó. El producto tiene exceso de azúcares añadidos y de grasas saturadas.

Pero Díaz no es la única que cuestiona las supuestas cualidades benéficas de esos productos ultraprocesados. Los empaques de las barras de cereales de Tosh y del paquete de frutos secos con golosinas que vende Nature’s Heart tienen en su parte frontal un sello negro que indica que tienen excesos de nutrientes críticos. Ambos son una fuente nociva de azúcares añadidos y de grasas saturadas.

La composición de los comestibles ultraprocesados ha generado alarma en diferentes autoridades sanitarias a nivel mundial. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han recomendado a los Estados tomar medidas para desincentivar su consumo debido a la asociación que existe entre la ingesta de esos artículos y la aparición de enfermedades crónicas no transmisibles. “Hay una apremiante necesidad de reducir el riesgo para la salud que plantean los productos ultraprocesados por medio de una disminución de su consumo total”, concluyeron ambas organizaciones en un informe publicado en 2015.

Las enfermedades que se asocian con el consumo de esos productos son la hipertensión, enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes, síndrome de adicción al azúcar y dislipidemia (exceso de colesterol o grasa en la sangre), entre otros. La situación cuesta vidas a nivel mundial. En un documento producido por el Ministerio de Salud colombiano se advierte que las enfermedades crónicas no transmisibles son la principal causa de muerte en todo el mundo y que más de la mitad de todas las muertes a nivel mundial están relacionadas con la dieta.

Esa realidad contrasta con la construcción publicitaria de percepciones frente a una marca. El profesor Juan Camilo Giraldo, coordinador de la línea académica, de comunicaciones y publicidad en la universidad EAFIT, explica que es un proceso que recurre a varias estrategias. “La marca tiene muchas dimensiones, no solo el empaque y el logo. Es todo un sistema de comunicaciones detrás, uno ve la góndola, los comerciales, los comunicados en redes sociales, entonces se empieza a crear un imaginario mucho más grande”, aseguró. “Si alguien se expone a un empaque de estos no solamente va a decir ‘es que el empaque se ve saludable’, sino que va a decir ‘a mí me han dicho que la granola es saludable’”, agregó.

El lobby de la industria para que no se implementaran los sellos

Mientras que las empresas de ultraprocesados tienen grandes equipos trabajando en la imagen de sus productos para aumentar sus ventas, los consumidores en Colombia hasta hace poco solo tenían una tabla nutricional muy compleja de entender para una persona sin conocimientos científicos sobre nutrición.

Esa relación desigual entre los consumidores y las empresas fue advertida por el Ministerio de Salud. En un análisis de impacto normativo de esa entidad, que fue publicado en 2020, se lee: “La asimetría de la información como una falla de mercado, implica que las preferencias y elecciones de los consumidores sobre algunos productos pueden ser distorsionadas cuando poseen una información incompleta o falsa, derivada de los datos que las empresas proporcionan respecto a sus productos y servicios, y de la falta de información certera de los consumidores para evaluar el potencial riesgo que tienen dichos productos y servicios”.

La misma entidad resaltó las consecuencias en la salud que podría tener esa asimetría de la información que se presenta entre las empresas y los clientes. El énfasis lo pusieron en las promesas de venta de productos que supuestamente son saludables: “Estas propiedades generan una expectativa en el consumidor al definir una propiedad que puede mejorar su salud, sin embargo, algunas de ellas resultan confusas o que no necesariamente este alimento mejoraría su salud, al contrario, puede generar algún riesgo por tener algunos nutrientes críticos en salud pública en exceso (sic)”.

Tras advertir esas relaciones desiguales entre la industria y los consumidores, varias organizaciones de la sociedad civil venían insistiendo desde hace años en la necesidad de implementar sellos frontales en los empaques de productos ultraprocesados. Iniciativas similares estaban en marcha en otros países de América Latina. Por ejemplo, en Chile los productos tienen sellos de advertencia desde 2016 y en Ecuador y Bolivia se implementaron unos con forma de semáforo desde 2014 y 2017, respectivamente.

El debate en Colombia apenas empezó en el Senado en 2016, pero el lobby de la industria logró hundir varias iniciativas en el Congreso. Solo hasta julio de 2021 se promulgó una ley que obliga a las empresas a advertirles a los consumidores que sus productos contienen excesos de nutrientes críticos para la salud como el azúcar, las grasas saturadas y el sodio.

“Nutricionalmente hablando esta es una medida muy favorable para que los consumidores puedan al menos darse cuenta de que aquello que se vendía como saludable o como una alternativa un poco más amigable con la salud, realmente no lo es. Siempre ha sido una fachada también o una forma en que la industria ha tratado de enmascarar o de mostrar sus productos”, dijo Alejandra Niño, nutricionista e investigadora en nutrición para la incidencia política en FIAN Colombia, una organización defensora de los derechos humanos, sobre todo, el de “la alimentación y nutrición adecuadas”.

Una ley y varias zancadillas

Sería fácil deducir que un ponqué hecho con almendras y zanahoria, que tiene un empaque con colores como el naranja y el café, letra cursiva y reza “Artesano” es saludable. Sin embargo, esta torta comercializada por Bimbo tiene exceso de azúcares, grasas y sodio, es decir que se trata de un producto que debería tener no uno sino tres sellos. Esto solo lo pudieron saber los consumidores desde la entrada en vigencia de los sellos de advertencia, antes se quedaban con una idea completamente diferente, esa que es alimentada por la puesta en escena de la publicidad.

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Los sellos se empezaron a implementar en Colombia por una resolución que expidió en 2021 el exministro de Salud Fernando Ruíz Gómez. Sin embargo, ese acto administrativo dejó un mal sabor entre los congresistas y las organizaciones civiles que durante años habían impulsado la idea de etiquetar los ultraprocesados. 

Mauricio Toro, el autor del proyecto de ley que impuso la obligatoriedad de los sellos, asegura que se trató de una trampa de la industria con anuencia del gobierno de Iván Duque y que se dio en un momento en el que había un ambiente favorable en el Congreso para la aprobación de la llamada Ley de comida chatarra. “Cuando miramos la resolución 810, el capítulo que tiene que ver con etiquetado es, precisamente, el que la industria viene proponiendo desde hace tantos años, un etiquetado ineficiente y que engaña”, explicó el excongresista.

La resolución creó los sellos circulares, con dibujos, que todavía se ven en algunos productos. Esa decisión contrastaba con varias investigaciones realizadas en distintos países que demostraban la efectividad de los sellos octogonales sobre otros tipos de etiquetado, como los circulares. En el análisis de impacto normativo, publicado por el Ministerio de Salud en 2020, está citado un estudio hecho en Uruguay que concluyó que con sistemas de etiquetado como el GDA (que ha sido utilizado en Estados Unidos, Reino Unido, México y otros países) y el semáforo (implementado en Ecuador) los consumidores necesitaban más tiempo y conocimientos para comprender que un producto tenía exceso de sodio. Esa evidencia se ha ido haciendo más voluminosa tras la realización de otras investigaciones en América Latina.   

Para varios sectores era importante entonces que los gráficos fueran ortogonales y no circulares. “La forma octogonal genera más sensación de alarma y alerta más al paciente a revisar muy bien qué es lo que está consumiendo”, aseguró Díaz.   

La industria, por su parte, respaldó la iniciativa del gobierno Duque, es decir, los sellos circulares, y utilizó la resolución para que el proyecto de ley no avanzara más en el Congreso, argumentando que ya se habían alcanzado acuerdos frente al etiquetado frontal. “Los congresistas me decían ‘oiga, Mauiricio, qué bueno. Ya podemos archivar el proyecto porque se le adelantó el gobierno nacional en esta excelente iniciativa de la sociedad civil’”. Y yo les respondía: ‘espere un momentico, aquí no se adelantó nadie’. Aquí lo que hicieron fue un golazo, una trampa para engañarnos. Pero esto nos va a hacer, incluso, más daño que no tener etiquetado”, contó Toro, quien citó a un debate de control político al ministro Ruíz.

En ese debate en el Congreso, el exministro admitió que había algunas bases científicas para que el etiquetado fuera octogonal. “La Organización Mundial de la Salud nunca ha dicho que el etiquetado octoganal sea el que deba ponerse, aplicarse. Sí lo ha dicho la Organización Panamericana de la Salud, que lo ha recomendado, está basado en estudios, pero es una recomendación”, dijo Ruíz, quien también aseguró que no hubo incidencia de la industria para la promulgación de la resolución de los sellos circulares. Sus palabras, sin embargo, tienen poca credibilidad entre las organizaciones sociales.

A pesar de que el proyecto legislativo se hizo ley y de que el gobierno de Gustavo Petro derogó la resolución de Ruíz, los sellos circulares siguen estando presentes en algunos productos. “Estamos viendo en el mercado sellos circulares con las expresiones ‘alto en’ sodio, grasas y azúcares, y, por otro lado, tenemos los sellos octogonales que dicen ‘exceso de’ sodio, grasas saturadas, azúcar, grasas trans y edulcorantes. La concurrencia de los dos sellos es problemática porque trae confusiones al consumidor”, explicó Adriana Torres, coordinadora de Justicia Económica en DeJusticia (una de las ONG que impulsó el etiquetado). La investigadora también hace énfasis en la diferencia semántica entre decir ‘alto’ y ‘exceso’. La primera es una palabra que simplemente enuncia, mientras que la segunda advierte. Esta última lo que pretende es dar herramientas relevantes al consumidor para que tome decisiones más informadas.   

Las actuaciones del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos (Invima) durante el gobierno de Petro tampoco han dejado satisfechas a las organizaciones. Primero, porque esa entidad debía fijar un calendario en el que se estipulara la fecha en la que todas las marcas debían acoger el etiquetado octogonal. El Invima emitió una circular, en febrero de 2023, fijando como plazo máximo el 14 de junio de 2024 para algunos productos. “Creemos que se debió haber consultado a la sociedad civil por los efectos que podría tener un cronograma tardío de la implementación, pero eso no se hizo”, dijo Torres.

Otro aspecto sobre el que llamaron la atención las organizaciones de la sociedad civil es  la capacidad humana del Invima. El papel de esa entidad es clave porque debe responder las solicitudes de agotamiento de existencias que elevaron las empresas que argumentaron que tenían un gran número de etiquetas circulares impresas. Como la fecha de entrada en vigor de la ley era el 14 de junio de 2023, se esperaba que para esa fecha se implementaran los sellos octogonales. En una comunicación enviada a  VORÁGINE, el Invima aseguró que recibió 5.190 solicitudes de agotamiento de existencias. Las organizaciones aseguraban que si esa entidad no respondía a esas solicitudes antes del 14 de junio, se seguirían viendo paquetes con los sellos circulares.

Mediante un comunicado de prensa, el Invima señaló lo que temían las organizaciones: las empresas que no tengan respuesta por parte del Invima podrán seguir comercializando los productos con el etiquetado circular mientras se les da una respuesta de fondo. Con corte a la primera semana de julio, la entidad sólo había emitido resoluciones en 2.536 trámites de agotamiento de existencias, es decir, ni siquiera la mitad del total. 

“Es muy preocupante que el Invima flexibilice la entrada en vigencia y sea muy laxo ante las solicitudes de la industria porque eso les da más chance de seguir desplegando una serie de estrategias que lo que hacen es confundir más a quienes consumen los productos”, criticó Alejandra Niño, la nutricionista e investigadora de FIAN Colombia.

Las quejas también tocan al Ministerio de Salud. Según la ley, esa entidad debe hacer una serie de contenidos para la promoción de hábitos de vida saludables en los canales de televisión abierta. “Están quedando supremamente cortos ante estas actividades y estamos notando mucha pasividad al respecto. Esa pasividad se traduce en más tiempo para que la industria se reconfigure, se reformule y despliegue diversas estrategias para seguir confundiendo y evitar la implementación plena del etiquetado”, aseguró Niño.

Consultado sobre ese señalamiento, el Ministerio de Salud se defendió precisando que han hecho talleres con personas del sector productivo y de las entidades encargadas de vigilar el cumplimiento del etiquetado frontal de advertencia. También enviaron enlaces a tres infografías explicando los sellos octogonales en la página de la entidad y tres trinos que han hecho desde la cuenta de Twitter sobre la importancia de esa medida.

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El debate que se avizora

Las recomendaciones de la OPS sobre las acciones que pueden implementar los Estados para reducir el consumo de ultraprocesados tienen otros aspectos distintos a los sellos. Por ejemplo, empezar a restringir la publicidad de esos productos, sobre todo, aquella que va dirigida hacia niños. Un caso que se puede ver en las grandes superficies comerciales es el de Bimbo, que vende cinco unidades de unos bizcochos con excesos de azúcares añadidos, de sal y de grasas saturadas bajo el nombre de “Lonchi Mix”, en una clara alusión a las loncheras. También hay publicidad de las bebidas saborizadas Alpin de Alpina, vendidas como leches, que las hacen ver como una buena alternativa para mandarles a los niños al colegio.

En el proyecto original de Toro había algunas referencias a la publicidad, que buscaban que en las propagandas televisivas y radiales se advirtiera que el consumo de ultraprocesados es nocivo para la salud. Ese punto no prosperó, según dice el excongresista, por cuenta del lobby de la industria.

Pero el debate acerca de la publicidad está por llegar. “Esta actividad específica de la industria sí tiene un impacto en las preferencias de consumo y en los hábitos alimentarios que se consolidan en la primera infancia”, explicó Niño. Su visión es complementada por la de Torres: “Hay unos ciudadanos de especial protección que son los niños y que deben ser protegidos por el Estado, por la sociedad e, incluso también, por diferentes organismos internacionales que ya se han pronunciado en favor de estas regulaciones”.

Sin duda, la industria reaccionará frente a la posible restricción de la publicidad para niños. El dispositivo de hacer parecer saludables sus productos lo tienen aceitado con miles de millones de pesos. Falta ver cuál será la estrategia que utilicen para evitar que se sigan implementando medidas recomendadas por organizaciones internacionales de salud. Las tácticas que utilizaron contra la implementación de los sellos dan pistas de sus alcances.

* Esta investigación fue financiada, en parte, por Vital Strategies. El contenido es editorialmente independiente y su propósito es arrojar una luz tanto sobre las prácticas ilegales o poco éticas de la industria de alimentos y bebidas, como sobre las poblaciones más vulnerables que, de manera desproporcionada, cargan con la peor parte de la crisis de salud global causada por el consumo de alimentos y bebidas no saludables. A menos de que se indique lo contrario, todas las declaraciones publicadas en esta historia, incluidas aquellas sobre legislación específica, reflejan las opiniones de las organizaciones particulares, y no las de Vital Strategies.