Nota de Infobae

Un relevamiento realizado por la FIC y FAGRAN estimó que, a finales de 2022, el 96,29% de los productos en los kioscos escolares eran ultraprocesados. A mediados de febrero comenzó a regir la norma y los octógonos surgieron en los envases. ¿Ya se perciben cambios en las elecciones de los chicos?

Fue un largo camino. Si se busca resumir en fechas, sería un poco arbitrario poner una de inicio. Aunque, a fin de optimizar, se podría advertir que, luego de sesiones fallidas y varias “amenazas” de pérdida de estado parlamentario, la Ley de Etiquetado Frontal, llamada técnicamente como Ley de Promoción de la Alimentación Saludable Nº 27.642, fue aprobada por la Cámara de Diputados en octubre de 2021. Pero eso fue solo el inicio.

El 23 de marzo de 2022 se aprobó la reglamentación, pero su entrada en vigencia (aunque con algunas fases por completar) tardó casi un año: es que el 16 de febrero fue la fecha de “vencimiento” que estableció el Gobierno para las prórrogas que pidieron la mayoría de los fabricantes. Incluso, pese a que se estableció este “punto final” el pleno cumplimento aún no se alcanzó. Aún se pueden divisar productos que, pese a estar obligados, no ostentan los octógonos y las razones son diversas.

Según un relevamiento realizado por la Fundación Interamericana del Corazón (FIC) y la Federación Argentina de Graduados en Nutrición (FAGRAN) en escuelas de la provincia de Buenos Aires entre octubre y diciembre del año 2022, es decir previo al comienzo de entrada en vigencia, el más del 96% de la “oferta de productos envasados en los kioscos escolares eran ultraprocesados”. Y pese a que aún es difícil lograr números concretos, por el poco tiempo que transcurrió y porque aún faltan pasos para su plena vigencia, las expertas advierten que los chicos están dejando de optar por estos gracias a estas marcaciones.

En este relevamiento, los especialistas de ambas entidades señalaron que, dentro de este grupo de productos, “los que se ofrecían más frecuentemente en los kioscos eran golosinas (100%), galletitas (91,18%), bebidas envasadas (88,24%), snacks dulces y salados industrializados (85,29%), cereales azucarados y barras de cereales (82,35%)”, siendo que un “88,3% presentaba al menos un nutriente crítico en exceso y/o edulcorantes o cafeína”.

Con estos datos, una duda se presenta como innegable: ¿cambió? ¿Se aplicaron todos los puntos establecidos en la Ley? Y, la más importante de todas, ¿se puede advertir el cambio que se auguraba en el momento en que se buscaba la aprobación? Seguramente, dentro de cada hogar existe una visión particular, y con solo preguntarle a los chicos se sabrá, más aún, sobre esta situación. Pero, más allá de las experiencias personales, lo importante dimensionar cuál es el alcance del etiquetado frontal en las escuelas, al menos hasta el momento.

Para conocer este punto, Infobae dialogó con expertas en nutrición y alimentación que, además, fueron actrices esenciales e impulsoras de la norma que sumó a los tan necesarios octógonos a nuestra vida diaria.

Qué establece la Ley de Etiquetado Frontal

Para poder analizar este punto, primero es esencial recordar qué implica esta Ley (además de los octógonos) que advierten sobre los excesos de azúcares, sodio, grasas saturadas, grasas totales, edulcorantes y calorías, entre otros. Ya que, además, “prohíbe resaltar declaraciones nutricionales complementarias con cualidades positivas y/o nutritivas de los productos” y, más importante por referirse a los chicos, establece que “los alimentos y bebidas sin alcohol con, al menos, un sello de advertencia no pueden ser ofrecidos, comercializados, publicitados, promocionados o patrocinados en los establecimientos educativos del Sistema Educativo Nacional”

En resumidas cuentas, no solo advierte a los chicos, sino que regula la publicidad, promoción y patrocinio dirigido a los niños, niñas y adolescentes, con el objetivo de protegerlos de publicidades engañosas. Dejando de lado, incluso, a aquellos personajes y promociones que impulsaban su consumo.

Esta decisión se relaciona con un problema de salud pública internacional, que también está muy presente en la Argentina: las Enfermedades No Transmisibles (ENT) vinculadas con la mala alimentación.

Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), las enfermedades no transmisibles son la principal causa de muerte en las Américas, ya que representan el 80% de todos los fallecimientos en la región, siendo que un tercio de las cuales son prevenibles.

La Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2), difundida por el Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, en 2019, fue realizada en zonas urbanas de 5000 y más habitantes. En este relevamiento se detectó que la malnutrición por grupos de edad es: en menores de 5 años, la emaciación (forma de malnutrición potencialmente mortal que provoca una delgadez y debilidad extremas en los niños) afecta al 1,6%; el retraso del crecimiento al 7,9% y el exceso de peso al 13,6%.

Asimismo, el documento advierte que “en niños, niñas y adolescentes (entre 5 y 17 años), la delgadez afecta al 1,4%; el retraso del crecimiento al 3,7%; mientras que el sobrepeso al 41,1%”. “El impacto en la salud se observa en los datos alarmantes de malnutrición por exceso (41 % de NNyA argentinos según ENNYS 2019)”, indicó a Infobae la licenciada en nutrición Ana Cáceres y presidenta de FAGRAN.

“Además, esta malnutrición genera un riesgo aumentado de ENT, como son las caries, alteraciones en la microbiota intestinal y otras patologías que afectan el presente y futuro de niños y niñas. Este tipo de alimentación, en donde existe un consumo excesivo de productos ultraprocesados, bebidas azucaradas y un bajo consumo de alimentos naturales (frutas y verduras principalmente) ponemos en riesgo la salud actual y futura de varias generaciones”, agregó.

En ese sentido, Victoria Tiscornia, investigadora y nutricionista en FIC Argentina, destacó este punto de partida y afirmó: “El estudio permite demostrar la importancia de que se cumpla correctamente la ley de etiquetado para proteger a niños, niñas y adolescentes promoviendo un entorno escolar saludable. Esto implica mejorar la oferta de alimentos y bebidas y asegurar que se cumpla la prohibición de la publicidad en las escuelas a la que están expuestos diariamente; y que se avance en otras medidas que faciliten la adopción de hábitos más saludables como el acceso al agua segura y a alimentos como frutas y verduras dentro de las escuelas”.

El trabajo, según explicaron, fue realizado entre octubre y diciembre del 2022 (antes de la entrada en vigencia de la norma) en 34 escuelas de dos municipios de la provincia de Buenos Aires, como son Quilmes y Almirante Brown. Como aún no se había finalizado el periodo de prórrogas, las expertas no evaluaron “la presencia de sellos sino la calidad nutricional de los productos”.

El ámbito escolar es un espacio clave para proteger a las infancias porque en esa etapa de la vida se constituyen los hábitos y las conductas que impactarán en el resto de su vida, por eso es fundamental que las escuelas sean entornos saludables”, explicó Tiscornia.

“El impacto en la salud de los ultraprocesados lo podemos resumir como alimentación inadecuada y es uno de los principales factores de riesgo de las Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ENT), que son la principal causa de enfermedad y muerte en Argentina, pero también a nivel mundial”, explicó a Infobae Andrea Graciano, licenciada en nutrición y docente e investigadora en la Escuela de Nutrición, Facultad de Ciencias Médicas de la UBA.

En ese tono, la experta recordó que, en el estudio difundido por el Ministerio de Salud en 2019, se advierte que “el patrón de consumo de alimentos de niños, niñas y adolescentes es menos saludable que las personas adultas. Por ejemplo, ellos consumen un 40% más de bebidas azucaradas, el doble de productos de pastelería o copetín y tres veces más golosinas que los adultos”.

Este comportamiento, según Graciano, está relacionado con las estrategias de marketing, que son acciones publicitarias específicamente dirigidas a ese grupo etario. “Estamos inmersos, en general, en entornos alimentarios que no son saludables, que pueden ser puntos de venta alimentarios y también las escuelas, donde los chicos pasan entre 4 y 8 horas diarias y en donde realizan entre 1 y 3 comidas. Es por eso que estos espacios deben ser protegidos y tienen que transformarse en entornos saludables, ya que aunque creemos que nuestros consumos alimentarios son elecciones individuales y personales, en realidad están determinados por los entornos en los que estamos inmersos”, añadió.

“El estudio recientemente publicado por FIC, con el apoyo de FAGRAN, nos permite contar con datos de base sobre la realidad de los kioscos (previa a la Ley) y nos permitirá evaluar los cambios futuros”, agregó Cáceres. Y continuó: “La realidad es que la complejidad de la oferta de alimentos en las escuelas es muy grande e involucra distintos actores, queda mucho trabajo por hacer y camino por recorrer. Los desafíos por delante son enormes e involucran al Kiosco, pero también a la infraestructura y equipamiento de las las cocinas en las escuelas, los recursos humanos, y las reglamentaciones locales, garantizar acceso al agua segura dentro de las escuelas”.

En ese tono, Graciano advirtió que hasta ahora no hay datos locales, pero que si se extrapola lo que ocurre en otros países, “la población en general valora la presencia de los sellos y los tiene en cuenta al momento de tomar decisiones”, al tiempo que son los mismos chicos los que “empiezan a desalentar la compra de productos con sellos porque los identifican como opciones menos saludables”.

Todavía vemos falta de cumplimiento pleno de la ley en muchos productos, en la publicidad, promoción y patrocinio, en los claims, en la ubicación de los sellos, por ejemplo, pero se deberían ir revirtiendo. Mientras tanto, es importante visibilizar el rol de la sociedad civil en las denuncias a través de los canales de defensa al consumidor (ventanilla única federal) y las redes sociales”, aseguró Cáceres.

De todo modos, con todas las advertencias (que en este caso no se conforman en octógonos), las expertas advierten un promisorio primer paso hacia una mejor alimentación, en especial de la mano de los más chicos. “Recibimos informalmente muchos mensajes donde familias y docentes dicen que son los mismos niños y niñas quienes advierten que los productos con sello no son los mas saludables. Esto es muy alentador”, concluyó la presidenta de FAGRAN.