NOTA DE VÍA CAMPESINA 29-09-2021 / FOTO VÍA CAMPESINA

La alimentación es una necesidad básica y un derecho humano: los sistemas alimentarios proporcionan la subsistencia de casi un tercio de la humanidad y están íntimamente relacionados con la salud y los ecosistemas. Por lo tanto, debemos seguir fortaleciendo la convergencia de los movimientos de justicia alimentaria, sanitaria, medioambiental y climática, y enfrentándonos a los sistemas alimentarios corporativos que están destruyendo nuestro planeta y nuestras comunidades.

Este año se cumplen 25 años desde que se lanzó en 1996, durante la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de Roma, el paradigma de la soberanía alimentaria; se trataba de un desafío directo a una seguridad alimentaria basada en el mercado y promovida a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La soberanía alimentaria reivindica la autonomía y la capacidad de acción de los/las pequeños productores y trabajadores en el ámbito de la alimentación frente al creciente poder de las corporaciones de todo el sector. Desde su lanzamiento, el movimiento por la soberanía alimentaria ha crecido, se ha diversificado y ha dado lugar a numerosas iniciativas para hacer frente a injusticias, desigualdades, abusos de derechos y opresiones históricas y emergentes. Actualmente, el movimiento está a la vanguardia del cambio sistémico real, con millones de personas en todo el mundo que participan y apoyan las economías solidarias, la agroecología, los mercados territoriales, las cooperativas, la defensa de la tierra y los territorios, y los derechos de pequeños productores de alimentos, trabajadores, migrantes, pueblos indígenas, mujeres y personas que viven en crisis prolongadas.

Curiosamente, este año Naciones Unidas convocó una Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios (UNFSS por sus siglas en inglés) que es el polo opuesto a la soberanía alimentaria. La estructura, el contenido, la gobernanza y los resultados de la UNFSS están dominados por actores asociados al Foro Económico Mundial (FEM), así como por funcionarios gubernamentales y de la ONU que creen que para atajar con éxito el hambre, el desempleo, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad es necesaria la participación destacada de las empresas, ya que poseen capital, tecnologías e infraestructuras que superan a la mayoría de las naciones y a todo el sistema de la ONU.

La coincidencia de estos dos momentos muestra claramente ideas radicalmente opuestas sobre los sistemas alimentarios. La Cumbre UNFSS adopta una óptica que sirve a los intereses del sistema alimentario industrial, globalizado y controlado por las corporaciones. Este enfoque profundiza la dependencia de las cadenas de valor mundiales dominadas por las corporaciones y de los mecanismos de mercado y de uso intensivo de capital, marginalizando los derechos humanos e impidiendo la transformación real de los sistemas alimentarios. En cambio, la soberanía alimentaria aborda las causas profundas del hambre y la desnutrición, hace hincapié en el control democrático de los sistemas alimentarios, se enfrenta a las asimetrías de poder y exige cambios económicos, sociales y de gobernanza radicales para construir sistemas alimentarios justos, equitativos y arraigados en el territorio que estén en armonía con la naturaleza, revitalicen la biodiversidad y garanticen los derechos de las personas y las comunidades.

Las corporaciones están utilizando sus considerables recursos para copar la conceptualización y la gobernanza de los sistemas alimentarios a través de la financiación, el comercio, la inversión y las plataformas de múltiples partes interesadas. La UNFSS es un ejemplo peligrosamente típico de multisectorialidad diseñada por las corporaciones, en el que éstas pueden influir en la toma de decisiones públicas al más alto nivel, pero no asumen ningún compromiso de interés público. El proceso de la UNFSS se ha caracterizado por la falta de transparencia en la toma de decisiones y la fuerte implicación de las grandes empresas en todas las partes de su estructura, lo que plantea graves problemas de rendición de cuentas, legitimidad y control democrático de la ONU.

En el último año hemos demostrado nuestra capacidad para movilizarnos entre múltiples grupos de todo el mundo contra la apropiación de los alimentos por parte de las corporaciones y a favor de la soberanía alimentaria. Hemos logrado poner en duda la legitimidad de la Cumbre y hemos impedido que se acuerde formalmente la creación de nuevas instituciones, como un grupo de expertos en sistemas alimentarios. La Contra-movilización para transformar los sistemas alimentarios organizada del 25 al 28 de julio atrajo a casi 11.000 personas de todo el mundo.

La alimentación es una necesidad básica y un derecho humano: los sistemas alimentarios proporcionan la subsistencia de casi un tercio de la humanidad y están íntimamente relacionados con la salud y los ecosistemas. Por lo tanto, debemos seguir fortaleciendo la convergencia de los movimientos de justicia alimentaria, sanitaria, medioambiental y climática, y enfrentándonos a los sistemas alimentarios corporativos que están destruyendo nuestro planeta y nuestras comunidades.