NOTA DE DEJUSTICIA 15-04-21/FOTO DE PIXABAY

Si hay que subir impuestos, ¿por qué no empezar por las bebidas azucaradas? La próxima reforma fiscal no puede dejar pasar este tema otra vez.

En el afán de la nueva reforma fiscal “Ley de solidaridad sostenible” tiene sentido no dejar por fuera un impuesto que ayude a prevenir enfermedades para que se reduzca el gasto futuro en salud y genere un recaudo para soportar políticas de inversión social. Siel impuesto a las bebidas azucaradas puede recaudar hasta un billón de pesos en su primer año de implementación, ¿cómo dejarlo por fuera de la reforma tributaria otra vez?

¿Por qué se necesita?

Para el 2015, uno de cada dos colombianos adultos tenía sobrepeso. El consumo en exceso de bebidas azucaradas es una de las causas que más contribuye al sobrepeso. Dado su contenido de azúcares añadidos solo generan calorías vacías que no satisfacen las necesidades alimenticias de quien las consume. Es decir, un consumo de bebidas azucaradas no es una necesidad nutricional, sino más bien un hábito con repercusiones en la salud.

Además de evitar enfermedades graves en edad adulta, crear entornos alimentarios para prevenir el consumo de bebidas azucaradas desde etapas tempranas evita la propagación de hábitos de consumo no saludables. Desde muy pequeños solemos imitar hábitos y comportamientos de personas que están a nuestro alrededor; esto ha sido señalado como el contagio de un comportamiento. Así como es más probable que un adolescente empiece a fumar si sus amigos lo hacen, también lo es que un niño, joven, adolescente o adulto consuma bebidas azucaradas si en su círculo social es un hábito recurrente. Incluso si el consumo de estos productos solo se realiza en compañía de personas ajenas al hogar, la frecuencia y exposición aumentan los riesgos de sobrepeso, obesidad y las consecuencias de este factor de riesgo.

¿Por qué un impuesto?

Una de las formas de desincentivar o reducir el consumo de productos nocivos es subiendo el precio final de estos productos. A medida que sube el precio, las personas tienden a demandar menos de los bienes normales. Un ejemplo colombiano de esto fue el aumento en los impuestos al tabaco en el 2016. En los tres primeros años de implementación, la prevalencia del tabaquismo cayó en 1,1 puntos porcentuales según las encuestas de calidad de vida del 2016 y 2019. En México, ya se ha visto una reducción del consumo de bebidas azucaradas después de implementar el impuesto y se espera una caída en la prevalencia de obesidad y control de enfermedades asociadas gracias a la política fiscal.

Otro punto que hay que tener en cuenta es que los niños y jóvenes son gran parte del mercado de estos productos, pues son ellos quienes compran las bebidas azucaradas en las tiendas más cercanas, incluyendo aquellas ubicadas en entornos escolares, para consumirlos en el camino. Al igual que con otros impuestos saludables, son los consumidores jóvenes y de bajos ingresos quienesmás disminuyen su consumo ante un aumento en el precio, pues su restricción presupuestal es más apretada ya que suele depender de terceros. Los beneficios de mediano y largo plazo de desincentivar el consumo de bebidas azucaradas en niños se manifiestan tanto en salud como en términos económicos.

Además de desincentivar el consumo, todo impuesto genera un recaudo. Por un impuesto del 20 % el recaudo puede llegar al billón de pesos anual al principio de su implementación. Esto equivale a casi el 2 % del gasto en inversión social de este año: el de recuperación de la pandemia.

Aunque las bebidas azucaradas ya están en la base gravable del IVA desde el 2018 en todas sus etapas de producción y comercialización, este impuesto —que, si bien es necesario— no es suficiente para desincentivar el consumo. De hecho, cuando solo se cobraba IVA a las bebidas azucaradas a la salida de fábrica, le estábamos dando un beneficio tributario a la comercialización y consumo de un hábito con impactos nocivos individuales y sociales. El esquema del impuesto a bebidas azucaradas tiene que crear una distorsión en el consumo para lograr los objetivos de salud pública y no un fin meramente de recaudo.

Hay que estar informados y ser honestos respecto a los impactos del impuesto de bebidas azucaradas. Por lo general, los  impuestos como el de las bebidas azucaradas suelen ser regresivos cuando solo se mira la imposición del gravamen. Pero con un uso adecuado de su recaudo se pueden mitigar estos posibles impactos distributivos; incluso podría ser una política fiscal progresiva destinando su recaudo para la creación de bebederos escolares y a inversiones en el sistema de salud.

Subirles el precio a las bebidas azucaradas podría ocasionar otros impactos en salud relacionados con la ingesta de agua no apta para el consumo humano. Por lo menos tres millones de personas en el país en la zona rural no cuentan con acceso a agua potable. Una buena implementación de la política fiscal del impuesto a las bebidas azucaradas podría usar el recaudo para focalizar la inversión en agua potable en las zonas de alta vulnerabilidad.

Además, vale la pena recordar que un impuesto no limita la autonomía de los individuos a la toma de decisiones sobre el consumo de bebidas azucaradas. Solo envía una señal al consumidor —a través de un aumento del precio relativo del producto frente a sus sustitutos— de que el producto tiene consecuencias nocivas y debería pensar en otras alternativas más saludables.

Este es el momento adecuado

De la próxima reforma fiscal se ha dicho de todo, pero puede ser tan complicado que se necesita más información y tutoriales para entenderla. Voces expertas han resaltado que, aunque no parece el momento adecuado para una reforma, el déficit fiscal, la necesidad de aumentar la inversión social entre otras urgencias y problemas apuran una subida de impuestos. Así, si de verdad hay que subir impuestos, ¿por qué no implementar uno a las bebidas azucaradas?

Además de vendernos la mentira de que la vida es solo color rosa cuando se consumen bebidas azucaradas, la industria ha presionado para evitar que este impuesto sea incluido en nuestro régimen tributario. Uno de los argumentos usados por el sector es que pone en riesgo los empleos, pero la experiencia internacional ha mostrado que cuando el sector usa estrategias de adaptación, como reducir la cantidad de azúcar en sus productos o incluso moverse a productos saludables y agua potable, no hay una reducción del empleo.

Incluso la comisión de expertos internacionales contratada para esta reforma hizo un llamado a implementar un impuesto a las bebidas azucaradas. ¿De qué nos sirve tener un “dream team” que se le mida a la hazaña de la reforma fiscal si no le paramos bolas? ¿Acaso el presidente está haciendo caso omiso a las recomendaciones expertas para seguir promoviendo discusiones sin evidencia?

De hecho, el impuesto a las bebidas azucaradas podría ser una mayor fuente de ingreso tributario que la propuesta de impuestos a los plaguicidas. Aun cuando un tributo a la contaminación producida por los plaguicidas es necesario, no puede implementarse sin estrategias de política que ayuden a los campesinos más pobres a transitar hacia prácticas de control de plagas sostenibles. Sobre todo después de las pérdidas acumuladas que dejó la pandemia en el sector. El recaudo del impuesto a las bebidas azucaradas puede ser incluso mayor que el de los plaguicidas y no afecta de manera desproporcionada al campo colombiano. No es una invitación a desistir por completo de este impuesto verde; es más un cotejo entre una de las propuestas actuales de la reforma y el impuesto a las bebidas azucaradas.

Ya llegó la hora de aumentar el portafolio de medidas tributarias para la salud pública. Este es el momento adecuado para que tanto el Gobierno como el Congreso utilicen sus herramientas de política fiscal para beneficiar a los ciudadanos, así eso implique ignorar el lobby de las industrias. Si el Gobierno no propone un impuesto a las bebidas azucaradas dentro del proyecto de ley de la reforma, el Congreso tiene que incluir la salud pública en la agenda fiscal del país.

Nota: Los impactos ambientales de las industrias en el sector de bebidas azucaradas también son espantosos. Aún no entiendo cómo Portafolio le da un premio de cuidado del medio ambiente a Postobón cuando esta empresa sigue gastando 2,13 litros de agua por cada litro producido.

Además, el pago por la contaminación producida, incluyendo los pagos por servicios ambientales, es una obligación de las grandes empresas que siguen contaminando. Hay que aplaudir al que cumple, pero no hay que darle un premio cuando todavía le falta mucho camino. De solo buenas intenciones está lleno el infierno de la crisis climática que estamos viviendo.