NOTA DE EL ORDEN MUNDIAL 22-03-21/ CARTOGRAFÍA DE Álvaro Merino

Hace seis años la Organización Mundial de la Salud (OMS) le declaró la guerra al azúcar. En concreto, en 2015 la OMS alertó sobre la ingesta abusiva de azúcares libres —aquellos que se añaden a los alimentos por el fabricante, el cocinero o el consumidor y los naturalmente presentes en la miel, los jarabes o los zumos— por dar lugar a dietas malsanas, aumento de peso y, en última instancias, enfermedades no transmisibles. Estas últimas, también llamadas enfermedades crónicas, son afecciones de larga duración que avanzan lentamente, como el cáncer, el asma o la diabetes, y en la actualidad constituyen la principal causa de muerte en el mundo.

La mala alimentación y la falta de actividad física se encuentran entre los principales factores de riesgo de este tipo de enfermedades, culpables del 63% de las defunciones totales anuales, 36 millones de personas cada año. Los azúcares libres —monosacáridos como la glucosa o la fructosa y disacáridos como la sacarosa o el azúcar de mesa— aumentan la ingesta calórica y desplazan a otros alimentos más interesantes desde el punto de vista nutricional. También están detrás de la caries dental, la enfermedad no transmisible con más prevalencia del mundo. Por esta razón, la OMS recomendó reducir la ingesta de azúcar a como mínimo el 10% de la ingesta calórica total, aunque reconoció que lo óptimo es fijar el límite en el 5%.

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Dentro de esa lucha contra el azúcar la Organización Mundial de la Salud admitió su preocupación por el consumo de bebidas azucaradas, cuya ingesta está estrechamente relacionada con la obesidad y el riesgo de padecer enfermedades crónicas como la diabetes, enfermedades cardiacas o la gota. Los datos así lo reflejan: el consumo diario de bebidas azucaradas duplica el riesgo de desarrollar diabetes en las mujeres, aumenta en un 60% la probabilidad de que un niño sea obeso y en un 100% de que padezca caries dentales. Por eso la OMS fue un paso más allá en 2016 y recomendó gravar las bebidas azucaradas con al menos un aumento del 20% de su precio de venta al público.

“Si los Gobiernos gravan productos como las bebidas azucaradas pueden evitar el sufrimiento de muchas personas y salvar vidas. Además, se reduciría el gasto sanitario y aumentarían los ingresos fiscales, que se podrían invertir en los servicios de salud”, argumentó el director del Departamento de Prevención de Enfermedades No Transmisibles de la OMS. Tres años después, en 2019, y según los datos recogidos por la propia Organización Mundial de la Salud, el número de países que contaban con algún tipo de impuesto para las bebidas azucaradas ascendía a 74, frente a los 118 que no habían adoptado ninguna medida al respecto.El mapa del impacto de las enfermedades crónicas en el mundo

Dentro de esa división, destaca el hecho de que los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollos Económicos  (OCDE) que cuentan con un mayor porcentaje de personas obesas, esto es, Estados Unidos, Islandia, Canadá y Australia, figuren dentro de la lista de países que han optado por no gravar las bebidas azucaradas. Por el contrario, la mayor parte de América Latina y algunos países del sudeste asiático, África y Europa son las regiones que más han apostado por esta medida.